Entre las hachas y la ingobernabilidad

Reforma / Staff

 

Para Luis Carlos Ugalde, presidente del IFE en la elección presidencial de 2006, el órgano electoral quedó como el cohetero. El entonces candidato del PAN, Felipe Calderón, el Presidente Vicente Fox y Elba Esther Gordillo presionaron para que diera un ganador esa misma noche. No lo hizo. Andrés Manuel López Obrador aludió a una encuesta de salida con cifras al revés de las que le dio su encuestadora para proclamar su triunfo en los medios. En su libro próximo a aparecer » Así lo Viví», editado por Random House Mondadori, Ugalde narra desde su punto de vista personal la jornada del 2 de julio y sus secuelas. Pone énfasis en que todos los involucrados pedían que el IFE diera por ganador a su candidato. El Gobierno, el PAN y Gordillo argumentaban un peligro para la gobernabilidad. Los partidos aliados en la Coalición por el Bien de Todos, argumentaron que de no «limpiar la elección», correría la sangre. Estos son algunos extractos del libro de Ugalde.

 

LA TORMENTA PERFECTA

 

Cuando, a las 11:45 (de la noche del 2 de julio), me sentaba para iniciar la última sesión del Consejo General, habían ocurrido muchas declaraciones, públicas y privadas, que reflejaban los intereses de los actores de la contienda. El presidente Fox y Elba Esther Gordillo me habían reprochado no anunciar ganador. En la sede del PAN había malestar, porque estaban seguros de que Calderón había ganado y el IFE había omitido declararlo. Vendría entonces la ofensiva de López Obrador. A las 11:17 dio un mensaje y en el hotel Marquis Reforma se declaró ganador. Habían pasado apenas 10 minutos, 10 minutos, desde que yo había concluido el mensaje en el cual pedía prudencia, y AMLO ya declaraba que, de acuerdo con sus cifras, había ganado la Presidencia y que estaba 500 mil votos arriba.

 

-Amigas, amigos, mexicanos- saludó López Obrador frente a periodistas nacionales y extranjeros en una sala del hotel donde se encontraba. -Escuché el mensaje del director del IFE [sic] y del ciudadano Presidente de la República. Voy siempre a ser respetuoso de las instituciones y de manera particular de lo que en definitiva resuelva el instituto electoral. Sin embargo, quiero informar al pueblo de México que, de acuerdo a nuestros datos, ganamos la presidencia de la República. Tenemos información de conteos rápidos en donde estamos, cuando menos, 500 mil votos arriba-.

 

Meses después supe que AMLO mentía, porque el conteo rápido que le entregó su encuestadora, Ana Cristina Covarrubias, ponía a Calderón 1 punto -esto es, 400 mil votos, aproximadamente arriba-. López Obrador daba el resultado al revés de como era en realidad. Ella lo dijo en noviembre de 2006, en un seminario de encuestas organizado por el IFE. Era cierto que la propia Covarrubias había anunciado poco después de las 8 de la noche que AMLO iba arriba de Calderón, pero lo había aseverado con base en una encuesta de salida. Esa noche Covarrubias hizo también un conteo rápido, que es un ejercicio estadístico de mayor precisión, y en este, que, según afirmó AMLO, lo ponía 500 mil votos arriba, en realidad era Calderón quien superaba a su adversario por 1 punto porcentual. AMLO tuvo ese conteo rápido en sus manos. Se lo entregó personalmente la propia Covarrubias, como ella lo narró a Carlos Tello y está descrito en el libro 2 de julio.

 

La autoproclamación de López Obrador detonó, como era obvio, la autoproclamación del candidato del PAN. Alrededor de las 11:25 Felipe Calderón apareció en el auditorio de la sede del PAN. Lo acompañaban Manuel Espino, presidente del partido. Dijo que respetaba las indicaciones del IFE pero que, según los resultados de las diferentes casas encuestadoras, había ganado. Con sus declaraciones reforzaba la guerra de cifras iniciada por AMLO minutos antes. El exhorto que yo había hecho 25 minutos antes era desoído por los dos candidatos punteros. Dijo Calderón: «Hemos escuchado también el mensaje del doctor Luis Carlos Ugalde, consejero presidente del Instituto Federal Electoral, que ha señalado que a pesar de que tienen ya un conteo rápido, realizado por el propio instituto, prefieren omitir el resultado y no darlo a conocer».

 

La percepción de que había preferido omitir el triunfo de Calderón permeó en la sede del PAN, y causó enojo. Algunos pensaron que la CPBT nos había presionado. Por eso hubo insultos a mi persona cuando concluí la lectura de mi mensaje de las 11 de la noche. «¡Qué falta de huevos del IFE!», habría exclamado en la sede de Acción Nacional Arturo Sarukhán, entonces asesor en asuntos internacionales.

 

No había mucha diferencia entre los discursos de López Obrador y Calderón. Ambos se declaraban ganadores. Ambos deslizaban sospechas al IFE. Quizá la única diferencia era que los datos de AMLO eran inventados, mientras que los de Calderón eran parcialmente ciertos: sí iba arriba en las encuestas y los conteos rápidos, pero dentro de los márgenes de error.

 

«¡ES LA GUERRA!»

 

Esa noche (4 de julio) acudieron a verme varios integrantes de la Coalición Por el Bien de Todos: Jesús Ortega, coordinador de la campaña; Leonel Cota, presidente del PRD, Horacio Duarte, representante ante el IFE. También estaban Ricardo Monreal, Manuel Camacho Solís, Gerardo Fernández Noroña, Dante Delgado, Luis Maldonado, Alberto Anaya, Ricardo Cantú, entre otros. Como sabía que uno de los temas que querían abordar era el PREP, le pedí a René Miranda, responsable del programa, que me acompañara.

 

Cuando entré en la sala de juntas, presentí que esa reunión presagiaba malos tiempos. La sala estaba repleta y el ambiente cargado y caliente. Había rostros sudorosos, ojos irritados, barbas sin rasurar, gestos enardecidos. Tiempo después René Miranda me narró por escrito que antes de que yo ingresara en la sala se habían escuchado los primeros tambores de la guerra que estaba por iniciar. Alberto Anaya, presidente del Partido del Trabajo (PT), hablaba en voz baja con Ricardo Monreal acerca de las instrucciones que estaba girando a escala nacional -Me narró Miranda, quien escuchaba la conversación-. Anaya decía que la gente estaba «lista» en todo el país y que estaban desenterrando las «hachas» para levantarse al día siguiente. Miranda oyó incluso la expresión: «¡Que corra la sangre!» Anaya habría rematado sus amenazas diciendo que era la guerra: «¡Es la guerra!».

 

Entré en la sala y un tufo de aire caliente y denso me llegó a la cara. Saludé de manera general y tomé asiento. Recuerdo que en una de las cabeceras de la mesa rectangular estaba Dante Delgado, del Partido Convergencia. Sin que hubiese iniciado la conversación, Dante vociferaba, manoteaba y hacía movimientos amenazantes. Sus ojos estaban excesivamente rojos y no dejó de gruñir, hablar y manotear a lo largo de la sesión. La escena era de tensión extrema.

 

El primer tema de la reunión fue el PREP. Gerardo Fernández Noroña, vocero de la CPBT, se paró y me dijo que el PREP estaba manipulado. No me acusaba todavía, pero en su opinión «algo» o «alguien» lo había alterado. Lo afirmaba de manera tajante, pero sin datos ni sustento.

 

– Gerardo, no es posible manipular el PREP, dime cuáles son las evidencias que tienen- le pregunté.

 

Noroña estaba exaltado, como todos los demás. En sus ojos se reflejaba total convencimiento de lo que decía, pero no tenía pruebas para respaldar su argumento.

 

«O se abren todos los paquetes electorales o el país enfrentará una crisis sin precedentes». Nunca olvidaré las expresiones que se vertieron en esa mesa. Eran el anuncio de la guerra y la amenaza de la violencia.

 

La sala donde se desarrollaba la reunión hervía minuto a minuto. Los rostros tenían ahora más signos de tensión, sudor y furia contenida. La temperatura subía porque el número de gente rebasaba el cupo natural de la sala. El agua de mi vaso ya estaba tibia y aun así la bebía, para relajar la tensión. Entonces me pidieron que a la mañana siguiente ordenara la apertura de todos los paquetes electorales por las irregularidades que denunciaban.

 

-A partir de una cartulina o de unas impresiones de internet no podemos inferir irregularidades generalizadas que motiven la apertura de todos los paquetes. Lo que están argumentando son errores o anomalías en el PREP, pero el cómputo distrital que empieza mañana es otro procedimiento, se basa en actas de votación con la firma de sus representantes, que se cotejan una por una – expliqué -. Solo cuando haya duda o causa legal se abrirán los paquetes.

 

Pero vino la parte más interesante, en la que vislumbré por primera vez la magnitud de lo que sucedería en las semanas, meses (y quizá años) subsecuentes. Me dijeron que si no había apertura total de paquetes, podría correr sangre, y que la situación sería peor que en 1988. Manuel Camacho Solís dijo que sobre mis hombros estaba la responsabilidad histórica de evitar una crisis política nacional. Horacio Duarte amenazó al decir que 2006 era muy diferente al 88: dijo que ahora estaban más organizados, tenían gubernaturas, acceso a presupuesto, y advirtió que llevarían el movimiento de resistencia hasta sus últimas consecuencias. No debo narrar hasta qué punto se tensó el ambiente con esa declaración.

 

Ahora recuerdo qué compleja y difícil fue esa reunión. Me estaban amedrentando y amenazando. «En tus manos está evitar una crisis política nacional, violencia y la repetición del 88». Vaya coincidencia. Ahí estaba sentado Manuel Camacho Solís, quien había sido el mayor defensor de la elección de 1988 y que se había negado a la apertura de los paquetes electorales que había solicitado el entonces Frente Democrático Nacional (FDN). El 6 de septiembre de 1988 Camacho Solís, entonces secretario general del Partido Revolucionario Institucional (PRI), había declarado: «Condicionar la validez de la elección en la apertura de los paquetes, es un argumento político, que supondría poner en duda todo el proceso electoral previo, en el cual participaron los ciudadanos y los partidos». Manuel Camacho Solís cambiaba de opinión. Ahora usaba el argumento que antes había rechazado. ¿Se vale cambiar de posición legal y política cuando cambia el lugar donde uno está sentado? En 1988 Camacho estaba en la antesala del poder. En 2006 llevaba más de 10 años en las orillas del poder. ¿Eso explicaba su cambio de piel?

 

La diferencia entre Camacho Solís y yo era que él sí había defendido a su candidato, Carlos Salinas de Gortari, de la acusación de fraude electoral en un momento en que las elecciones eran organizadas por el gobierno. Dieciocho años después yo presidía una institución autónoma del Estado mexicano, y mi función no era defender el triunfo de nadie, como había sido el caso de Camacho Solís, sino defender la legalidad de la elección.

 

¿FRAUDE A LA VERDAD?

 

López Obrador encontró en su demanda de voto por voto, casilla por casilla un arma retórica de perfecta sencillez. Era irrebatible. «Quien nada debe, nada teme», solía decir. Argumentaba que la elección había sido un «cochinero» y que se habían falsificado actas y «embarazado urnas». Afirmaba que si se contaban nuevamente todos los votos él ganaría. Y usaba falacias para justificar su «triunfo». En una entrevista dijo: «Yo sostengo que yo gané la elección». Y vale la pena leer con detenimiento la explicación a su certeza: «[…] porque si se hace una revisión casilla por casilla, paquete por paquete […] yo estoy arriba». Puesto en términos más sencillos, el argumento es: «Yo gané porque estoy arriba». Es una falacia porque se trata de un argumento circular indemostrable, que gira sobre su propio eje. «Yo gané porque estoy arriba». Y ¿por qué estás arriba? «Porque yo gané». Luego, cuando se le pedían pruebas, decía: «Si no me creen que gané, abran los paquetes». Era un engaño. AMLO trasladaba la carga de la prueba a los otros y con ello fortalecía su propia demanda.

 

LA GUERRILLA COMO EJEMPLO

 

Los ejemplos por analogía a veces son útiles. Imaginemos que un grupo guerrillero anuncia que pondrá tres bombas en la ciudad. El Ejército interviene para evitar la catástrofe. Logra desactivar dos de ellas, pero una estalla. Mueren varias personas. El Ejército es acusado de esas muertes. ¿Es lógica la conclusión? ¿Es justo el juicio? ¿Quién es responsable de la duda que se causó en 2006? ¿El acusador que distorsionó la realidad o el acusado que dio respuesta, a veces de manera tardía, a las acusaciones? Como en el ejemplo, si el grupo guerrillero no hubiera puesto las bombas en un primer momento, no habría habido muertes que lamentar. Sin duda el IFE pudo haber tenido una mejor estrategia de comunicación, pero ninguna campaña de comunicación rinde frutos cuando los contendientes se comportan de manera desleal, distorsionan la verdad y minan la autoridad del árbitro. Reitero, el asunto estructural que explica la falta de confianza de la elección no son los errores del IFE o las boletas mal llenadas, sino la estrategia de uno de los contendientes para desacreditar una elección que no le favoreció. Quince millones de mexicanos votaron por AMLO. Cientos de miles de ellos le creyeron, independientemente de las pruebas que ofreció y de la calidad con la cual el IFE organizó la elección.

 

En el sitio de internet AsíLoVivi.com se podrán consultar fuentes documentales, de video, entrevistas y fotografías que dan sustento al libro.

 

La llamada de Fox

 

Hacia las 11:40 (del 2 de julio de 2006), poco antes de entrar a la última sesión del Consejo General, cuando iba a bordo de la camioneta que me transportaba a la sala de sesiones, hablé con el Presidente. La charla fue ríspida y desagradable.

 

– Señor Presidente, como ya lo ha escuchado, la elección está tan cerrada que no pudimos anunciar quién ha ganado la elección para Presidente de la República.

 

Esperaba una respuesta de apoyo institucional. No la hubo. Con tono seco y altivo me dijo que era una lástima que no hubiera anunciado ganador. Según él, todas las encuestas «serias» mostraban un ganador claro.

 

En las palabras y en el tono de Fox intuí que pensaba que el IFE estaba omitiendo la información por algún motivo. Reviré de inmediato:

 

– Señor Presidente, la encuesta más seria del país es la que hizo el IFE, no hay otra con tanta precisión. No haber dado a conocer a un ganador es resultado de una recomendación del Comité de Científicos del Conteo Rápido, no mía.

 

Con su tono y actitud, Fox pretendía transferirme la culpa de la potencial ingobernabilidad del país. Olvidaba que sus declaraciones durante las campañas habían contribuido a construir un clima conflictivo. No recordaba que en febrero de 2006 le había explicado la importancia de mantenerse neutral frente a las campañas para que, en caso de una elección difícil, como la que estábamos viviendo, él pudiera ser parte de la solución y no del problema. Pero ahora me culpaba de gestar una crisis por no declarar ganador.

 

Molesto, le dije:

 

– Mi función como presidente del IFE es respetar los acuerdos de su Consejo General y acatar la decisión del Comité del Conteo Rápido. El comité me informó que la elección está tan cerrada que es imposible saber quién ganó. Y así lo hice.

 

Colgamos de manera abrupta. Yo estaba bastante molesto. Supongo que él lo estaba más.

 

La llamada de Elba Esther

 

Cuando estaba bajando de la camioneta para ingresar en la sala de sesiones del Consejo General, una vez concluida la conversación con el presidente Fox, Alejandro Ríos Camarena recibió en su teléfono una llamada de Elba Esther Gordillo.

 

–Habla Elba Esther Gordillo. Comuníqueme con Luis Carlos Ugalde- le dijo la lideresa magisterial.

 

-El doctor Ugalde no puede tomar la llamada, está a punto de entrar en la sesión del Consejo General.

 

-¡Cómo que no puede tomar la llamada! Usted no sabe quién soy.

 

– Necesito hablar con él, porque está poniendo al país en una situación muy grave. Necesito hablar con él antes de que inicie la sesión.

 

Ríos Camarena insistió:

 

– No puedo comunicárselo.

 

La doble negativa de Alejandro enfureció a «la maestra». Ella había sido gestora de mi elección como presidente del IFE en 2003 y en el momento más crítico de mi gestión mi secretario particular le negaba el contacto conmigo. Lo insultó y le dijo que se arrepentía de haber votado por mí como presidente del IFE años antes.

 

-Ha sido el peor error de mi vida -dijo Elba Esther.

 

Alejandro cortó la llamada. Estábamos ingresando en el salón de sesiones del Consejo General. Eran las 11:45 de la noche.

 

Sonó nuevamente el teléfono de Ríos Camarena.

 

-Necesito hablar con el consejero presidente.

 

Era nuevamente Elba Esther Gordillo.

 

-No puede tomar la llamada- reviró Ríos Camarena.

 

-Dígale que le faltó valor para decir quién ganó.

 

Tiempo después una persona que había presenciado la conversación de Elba Esther con mi secretario particular me narró que estaba furiosa. Quería que anunciara que Calderón había ganado. Al colgar conmigo habría dicho:

 

-Le faltaron huevos a Ugalde.

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